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El secreto de los bonetes

Escribí este cuento para mi Fernanda cuando ingresó a la universidad; está inspirado por la biografía de Helen Keller. Es adaptación de un cuento popular, creo que de origen inglés.

 

En una prisión romana tres reos judíos, uno vidente, otro tuerto y, otro más, ciego fueron visitados por el procurador romano.

 

―Como sabéis prisioneros, el próximo sábado es la Pascua Judía y, como es mi costumbre, permitiré que quede en libertad uno de vosotros. Los otros dos serán ejecutados mañana. Para determinar quién quedará en libertad, he ideado un pequeño acertijo; aquel que lo resolviere primero será el agraciado.

 

Acto seguido les mostró cinco bonetes, dos rojos y tres verdes. Los describió para el ciego, pero no le permitió tocarlos.

 

―Pondré uno en la cabeza de cada uno de vosotros. Podréis ver el bonete de los otros dos, mas no intentéis ver el propio, tocarlo ni comunicarse con sus compañeros o seréis ejecutados por los guardias de inmediato. Aquel de vosotros que primero pueda decirme de que color es el bonete en su cabeza, habrá logrado el indulto. Volveré en unas horas.

 

Los tres prisioneros quedaron en silencio sumidos en profundos pensamientos. Ninguno se atrevía a hablar no sólo por el temor a los guardias, sino también para evitar otorgar ventaja a sus oponentes. El vidente pensaba que la prueba no era justa, pues el ciego no tenía ninguna oportunidad; él no podía mirar ni siquiera los otros bonetes. El tuerto se lamentaba que por la falta de uno de sus ojos ahora se encontraba en desventaja con el vidente. Vidente y tuerto miraban insistentemente las cabezas de los otros prisioneros. El ciego por su parte sólo escuchaba, pues la ansiedad también produce sonidos.

 

Dos hora más tarde, regresó el procurador romano. Preguntó al tuerto si sabía la respuesta.

 

―¿Cómo puedo saber de qué color es mi bonete?― Respondió tratando de ocultar su impotencia y su rabia.

 

Preguntó entonces al vidente, quien pensó durante algunos segundos antes de contestar que no lo sabía. El ciego afirmó entonces que su bonete era de color verde.

 

―¿Cómo puedes tú saberlo? Tan solo estás adivinando―, exclamó el procurador encolerizado, y ordenó a los guardias llevar al prisionero ciego a sus aposentos.

 

A solas con el procurador, el ciego explicó:

 

―Si el tuerto no supo el color de su bonete es porque los bonetes del vidente y el mío no eran ambos rojos. Debían ser ambos verdes o uno rojo y el otro verde. Sé que el vidente es hombre reflexivo y si no supo tampoco el color de su bonete es porque el mío no era rojo; pues si hubiera sido rojo, él habría sabido entonces que el suyo era verde. Por lo tanto mi bonete era verde.

 

El ciego fue dejado en libertad, aunque antes, le cortaron la lengua para que no pudiera revelar el secreto de los bonetes. El procurador romano quedó muy tranquilo pues sabía que el ciego era analfabeta. ¿Cómo hizo el ciego para darnos a conocer el secreto de los bonetes? Volveré en unas horas y logrará el indulto aquel que haya podido encontrar la respuesta.

 

...

 

El ciego aprendió a escribir. ¿Qué cómo aprende un hombre ciego y mudo a escribir? Escuchando, escuchando a sus semejantes. Si quieres aprender de tus maestros y de tus condiscípulos, escucha como lo haría un hombre ciego y mudo.

 

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