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Leyes de los fenómenos multisecuela

 

“¿Significa esto que mis observaciones se tornan realidad cuando observo a un observador observando algo que sucede? Esto es un horrible punto de vista. ¿Consideran ustedes seriamente la idea de que sin un observador no existe la realidad? ¿Qué observador? ¿Es una mosca un observador, es una estrella un observador?”
Richard Feynman, Premio nobel de física 1965

 

En la escuela superior tuve una discusión sobre conceptos con el profesor de probabilidad y estadística. La argumentación comenzó cuando yo obtuve un resultado para un ejercicio diferente al anotado en el libro. El problema decía: ¿cuál es la probabilidad de que obtengamos una canica roja de un conjunto de 5 canicas rojas y 3 blancas si hemos sacado del conjunto una canica roja? Yo obtuve 4/7, el libro mencionaba 5/8 por 4/7. Alcé la mano para discrepar, gesto inusitado en mi conducta. Dije: “si ya hemos removido una canica roja del conjunto entonces quedan sólo 7 canicas y 4 de ellas son rojas”. El profesor replicó: “pero antes tuvimos que sacar una canica roja y esa probabilidad también participa”. Respondí: “no importa lo que hayamos sacado antes, sea una canica roja, dos azules o diez mil blancas consecutivas, lo que importa ya sólo es el momento presente en el que existen en el conjunto 7 canicas y sólo 4 son rojas”. Claramente se debió aquella diferencia de opiniones a una traducción imprecisa del texto original del libro en inglés, pero la argumentación rápidamente derivó en que el maestro sostenía vehementemente que la probabilidad era un número exacto, mientras yo proponía que se trataba sólo de una percepción de la mente y representarla con un número era únicamente para darnos una idea general de qué tan fácil o difícil era que un fenómeno ocurriera. La discusión terminó cuando él dijo: “así es como está en el libro”. Fue tal vez este suceso lo que marcó en mi cabeza la importancia de calcular las probabilidades de todo y lo que me llevó a convertirme en observador y recopilador empedernido de cuanto hecho insólito con evidencia directa pasó por mi experiencia.

 

Aún poseo en mi colección más casualidades, pero en esta ocasión mencionaré un experimento de física cuántica que considero finca mejor los cimientos sobre los que sustentaré mi propuesta. El experimento al que me refiero es el realizado por primera vez por Louis de Broglie en 1924 sobre la dualidad onda-partícula. Éste consiste en disparar partículas, tan pequeñas como electrones o tan grandes como fulerenos, a través de una ranura alargada para obtener un patrón de banda vertical como el que crearían pequeñas canicas y después a través de dos ranuras verticales paralelas obteniéndose un patrón de interferencia como aquel que crean las ondas líquidas. En su momento, este experimento llamó fuertemente la atención de la comunidad científica, no solamente por la dualidad mostrada por los proyectiles; sino porque resultó que al colocar un dispositivo de medición a un lado del par de ranuras, el patrón mágicamente volvía a ser de bandas verticales como el que crearían pequeñas canicas. De alguna forma las partículas sabían que estaban siendo observadas y modificaban su comportamiento. Los físicos se preguntaron de qué estaba hecha la materia, si de ondas o de partículas. Y también se preguntaron por qué un observador podía modificar el comportamiento sólo con observar.

 

Actualmente la mecánica cuántica ha desarrollado un esquema que postula el comportamiento simultáneo como ondas y partículas de los entes en los mundos atómico y subatómico.

 

Como preparación para entrar a las leyes que propongo, debemos plantear ahora un par de sencillas definiciones. Primera: los fenómenos multisecuela (o estocásticos si el lector prefiere utilizar este término) son aquellos que tienen una sola forma de ocurrir en cada ocasión de entre un abanico de varias posibilidades cuando cada desenlace posible posee una probabilidad particular. Fenómenos como arrojar un dado sobre una mesa y sacar un naipe de un mazo de cartas. Segunda: observador es todo aquel o aquello que interactúa sin interferir directamente con el fenómeno. Se es observador cuando se ejercita la esencia de la propia sustancia. La materia atrae y repele, la consciencia analiza y sintetiza. Un observador sí puede ser una avispa si al devorar abejas reduce la polinización de las plantas trastornando el ambiente. Un observador también puede ser una mariposa cuando el batir de sus alas de alguna manera afecta el clima. Un observador sí puede ser un astro si el fenómeno implica torcer la trayectoria que tomará un cometa que luego colisionará con otro cuerpo celeste. 

 

Primera ley: Un observador provoca la ocurrencia de la secuela más extraordinaria de los fenómenos multisecuela.

 

Esta ley es sencilla de comprender. Si el lector ha asistido en alguna ocasión a los ensayos de teatro de una escuela, seguramente estará de acuerdo conmigo que el caos se observa por doquier. Muchachos bromeando a sus compañeros y al director de la puesta en escena. El director y sus ayudantes exasperados dando órdenes que nadie atiende. Representaciones parciales de actos diferentes de unos cuantos participantes en cada rincón del foro. Esto se repite ensayo tras ensayo. Ante tal caos, es imposible no presagiar un contundente fracaso del estreno. Sin embargo, el día de la obra, por arte de magia, la representación sucede con orden y a tiempo. Sin ser profesionales y trabajando en un escenario un tanto improvisado, director y actores logran un espectáculo de rotundo éxito. Modificamos la realidad sólo con observarla.

 

Segunda Ley: Lo que entendemos como realidad es solamente el conjunto de secuelas más extraordinarias de los fenómenos multisecuela observados.

 

Esta ley nos convierte a cada uno en observadores de los eventos en el universo. Somos testigos de cómo una oruga se convierte en mariposa, de cuánta luz irradia una supernova, del sonido que emerge de un instrumento musical, del nacimiento de un nuevo ser, de dos sustancias que combinadas crean a otras diferentes, del vaivén de las olas, de las hojas de un árbol mecidas por la brisa, del paso de un huracán, de las nubes descargando llovizna. Estos fenómenos suceden, en nuestra ausencia, obedeciendo a la percepción que poseemos de la probabilidad, pero no ocurren del mismo modo cuando está presente alguno de nosotros. En esos momentos sucede la magia que nos envuelve y nos penetra por cada poro, la esencia de nuestra sustancia entra en acción porque el fenómeno elige entonces la más extraordinaria de entre todas las secuelas.

 

Tercera Ley: Cuantos más observadores existan y cuanto más conscientes sean los observadores de su esencia particular, de su rol como observadores, más fenómenos multisecuela elegirán su secuela más extraordinaria.

 

Esta es una consecuencia directa de la primera ley. Para comprenderla con mayor facilidad, imaginemos una tienda con muchos prospectos de clientes que abandonan impacientes el establecimiento sin haber concretado su compra porque el tendero es un hombre de edad cuyos padecimientos lo obligan a moverse muy lentamente y con precauciones excesivas que exasperan a la clientela. Incuestionablemente esa tienda incrementará sus ventas con más dependientes jóvenes y activos. Más y mejores observadores provocarán más secuelas extraordinarias.

 

Soy un observador de eventos insólitos y por el sólo hecho de serlo estoy induciendo el que éstos ocurran. ¿De qué otra forma puedo explicar tantas casualidades que han ocurrido en mi historia?

 

Pierre Laplace creía que si se conocía el estado de todas las partículas del universo en un instante dado y se contaba con los medios de cálculo suficientes para someter los datos al análisis sería posible determinar cómo habría nacido el universo y cómo alcanzaría su muerte. Esta postura filosófica se conoce como determinismo. Ya no me considero determinista. En mi universo ya caben los “asigunes”. No se pierdan la cuarta ley, viene en el quinto libro.

 

Glosario

 

Asigún, término regionalista que significa “dependiendo de” o “condicionado a”.

Fulereno, molécula compleja de carbono.

Multisecuela, término propuesto por el autor para referirse a varios posibles resultados.

 

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