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En el rincón del templo

 

Admiraba en el interior de un templo un rincón como cualquier otro rincón en cualquier otro templo. Un muro alto construido con pulidos bloques de piedra gris, coronado en su parte alta por tres ventanas en forma de arco. Las ventanas tenían vidrios bloqueando el que al interior del santuario pudiera colarse el viento, pero carecían de vitrales como suelen tener las ventanas de estos lugares. Los arcos lucían vidrios uniformes y transparentes. A través de las ventanas la luz del día penetraba e iluminaba una gran pintura piadosa. El tiempo había lavado las figuras o tal vez el pintor aplicó tal efecto; el caso era, que parecían haber transcurrido décadas y la pintura las había capturado y deslizado grácilmente por el lienzo. Mientras miraba el rincón pensaba en qué cosa es la consciencia humana, por qué nos es dado saber que existimos y por qué podía saber que me encontraba frente a tal rincón en el interior del templo preguntándome esas cuestiones sin respuesta.

 

Soñé en un instante, sin haber parpadeado siquiera, que los muros, la ventana y la pintura se disgregaban hasta volverse pequeñas partículas de color oscuro. Una explosión silenciosa o algo similar los había desintegrado y atraídas por una fuerza inexplicable se concentraban en tan sólo un instante en algún punto mágico frente a mí.

 

―¿Qué fue eso?― Me pregunté y en ese segundo mi cabeza, mi cerebro y todas mis neuronas se tornaron una masa informe de partículas. Una segunda explosión, esta vez en mi interior, lo había provocado. Todos los átomos de la nube resultante se precipitaron luego hacia el mismo punto. Pensé que aquello había sido como la gran explosión primigenia que los científicos utilizan para describir el nacimiento del universo, pero en sentido contrario.

 

Volví a mirar, y el muro, las ventanas, la pintura estaban nuevamente en su lugar. También lo estaba mi cerebro. El sueño despierto había terminado. Me senté en la banca y escribí: “la traslucidez de los vidrios que permite a la luz iluminar la pintura es característica de su esencia, la rigidez de los bloques que sostienen en lo alto a las ventanas es una particularidad de la piedra, la plasticidad de la pintura que despierta en la imaginación figuras deslavadas capaces de infundir piedad son igualmente parte integral de su sustancia. Existen miles, millones de estas características, pero todas las esencias surgen del mismo todo, pues todo es parte del universo. De igual forma mi consciente es sólo otra característica de las esencias de esas materias. Pienso que estoy aquí y que soy testigo de este rincón, sólo porque soy parte de ese todo.”

 

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