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Cuento de astronomía - parte 3

Volví con frecuencia a mirar al cielo. Deseaba comprobar si Orión no volvería sus pasos hacia los jardines de palacio, después de todo con mucha frecuencia me equivoco. Llegó el verano. En el cielo, las estrellas más brillantes delinean ahora lo que yo llamo el gran papalote. Es tan amplia la figura que abarca todo la oscura bóveda y sólo es visible completa a ciertas horas y en ciertas latitudes. Arcturus en El Boyero hacia el norte, Spica en Virgo hacia el sur, Antares en Escorpión hacia el oriente y Regulus en Leo hacia el poniente son las estrellas que forman el deltoide de la cometa. Ha sido confeccionada, sin duda alguna, por un niño azteca. La razón es que el imperfecto rombo envuelve casi completamente a la constelación de Coma Berenices, conocida también como la Cabellera de Berenice. Papalotl de donde proviene el vocablo mexicano para referirse a las cometas significa en náhuatl "flor voladora", es decir, “mariposa”. La leyenda menciona que la cabellera de Berenice fue transportada al cielo y yace entre las constelaciones de Leo, Virgo y El Boyero; o por lo menos así lo afirmó el astrónomo Conón de Samos. Bien claro nos lo ha dejado el poeta griego Calímaco de Cirene en su elegía sobre este mito: “con un rápido batir de alas, el dulce soplo del céfiro me transportó por las nubes del éter y me depositó en el seno de la venerable y divina noche Cypris; a fin de que yo, la hermosa melena de Berenice, apareciese fija en el cielo...”. Es claro que el poeta se refería a una mariposa con su sutil alegoría del batir de alas de un viento suave y apacible. Así el juguete del niño se convierte en el transporte que menciona el poeta Calímaco para conseguir alcanzar el sitio designado por Conón. Y por tanto se trata de un niño azteca.

 

Pero describía yo el gran papalote en el cielo de verano; prosigamos: Procyon en el Can Menor hacia el oeste del observador es la cola que da estabilidad al trebejo de nuestro creativo infante; Arcturus en El Boyero y Vega en Lira son el cordón, pero no está el niño en el otro extremo tirando para guiar su juguete entre los vientos, ni para dibujar elegantes rizos en el firmamento. Él ha sido llamado por su madre pues ya es hora de volver a casa y tomar su cena. La estrella Vega y Deneb en la constelación del Cisne forman el poste donde el niño ha atado su papalote, pues aún conserva esperanzas de volver a su entretenimiento una vez terminada su merienda.

 

¿Pero acaso hay una escena de realeza en este cuento?

 

Sí que la hay: Leo y Leo Menor se retiran al poniente. La Osa Mayor les sigue el paso; se siente envalentonada y persigue a las fieras, cree que su tamaño las ha atemorizado. A ella la sigue por supuesto la Osa Menor y detrás de ambas El Dragón (Draco); constelación de quien realmente huyen ambos felinos. A punto de esconderse por el oeste Polux y Castor de la constelación de Géminis, nuestros aprendices de cazador, observan la escena. Seguramente se dirigirán con el chisme a informar a Orión. Aunque el cazador hace meses que se retiró del cielo ha ido a buscar suerte al hemisferio austral. No volverá hasta el próximo invierno. Aunque a pesar de los temores de ambos leones, el Dragón no está a la caza de animal alguno, él está tratando de evitar a Hércules que muy de cerca le sigue, pues sabe que el héroe recolecta los tesoros que le han sido encomendados y pretende evitar convertirse en uno más de tales trofeos. Hércules es una constelación que carece de estrellas principales. Se encuentra en una dirección cercana al centro de la Vía Láctea. El héroe ya lleva consigo, en una mano, la Corona Borealis y en la otra la Lira y el Cisne. Estas últimas dos formaciones de estrellas nada tienen que ver con aquellos objetos del cuento de Juanito y la habichuelas mágicas. En el norte por supuesto se encuentra la estrella Polaris de la Osa Menor. Y muy cercana a ella Cefeo y Cassiopea buscan a Andrómeda que montada en su Pegaso se ha perdido en el horizonte.

 

Mi padre me enseñó a crear historias para ayudar a la memoria a guardar y recobrar datos. Juntos empezamos a crear este cuento, que aquí plasmo terminado en tres partes. Ya no está mi padre conmigo, pero nuestras estrellas en el cielo aún iluminan mi camino.

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