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Cuenta cuántos cuentos cuento

Una indulgente lectora me ha comentado que a pesar de que los relatos logran hacerla adentrar en sitios inimaginables queda al final con la duda de cuánto de lo que ha leído es realidad. Mi esposa también ha preguntado: “¿por qué los llamas cuentos si relatan pasajes de tu vida?” Este cuento pretende responder estas cuestiones (aunque sospecho que no lo he logrado).
 

Recientemente en noticias de la televisión me he enterado que un experimento demostró que algunos animales, casi estoy seguro que la presentadora mencionó pájaros, provenientes de una zona semidesértica persistían para abrir la caja del alimento más tiempo y aprendían más rápido como hacerlo que otros de su misma especie pero provenientes de una zona boscosa. No suelo atender las noticias pues me resultan desalentadoras, tanto como aquellas notas rojas de los periódicos de mi infancia, mas ésta hizo detener mi andar y voltear al televisor. Me pregunté, cuando ella pasó a otra nota:

 

―¿Qué más pruebas se requieren para darnos cuenta que es un ambiente frugal, hostil, incierto donde mejor se desarrolla la inteligencia? ¿Acaso no es esto lo que impulsó al animal más débil, menos fiero, más lento, poseedor de las garras y fauces menos intimidantes a convertirse en la especie más exitosa en nuestro planeta? Rechazamos las incertidumbres, nos sentimos incómodos con ellas, desarrollamos estrés en su presencia, algunos hasta llegamos a padecer infartos; pero son las dudas, son los retos, es lo incierto los que nos impelen a ser mejores.

 

Con René Descartes primero y con Immanuel Kant luego, los filósofos y científicos se han vuelto cada vez más racionalistas. Los éxitos de Albert Einstein han culminado esta postura. Pero asegurar que la ciencia puede razonarlo todo es tan pretencioso como afirmar que el dogma es necesario para la tranquilidad mental. No es lo uno, ni lo otro, ni siquiera lo de en medio. Es la incertidumbre, es nuestros intentos por resolverla y conocer más, es el constante proponer y rechazar lo que hace que aventajemos en nuestras habilidades para saber del universo. Requerimos, como los pájaros del experimento, de un ambiente adverso.

 

Sin ser un científico, yo me consideraba racionalista hasta que sufrí el infarto, ahora dudo hasta de la lógica. La satisfacción por resolver pronto un acertijo se ha convertido desde entonces y paulatinamente en una búsqueda constante por resolver cada una de mis dudas y cuando considero que las he resuelto, dudo entonces de mi solución o de mi método. Pues concibo a la verdad y a la duda como hermanas gemelas que no pueden estar apartadas, una de la otra, por largo tiempo; así que por turnos dedico los ratos de ocio a pensar en mis incertidumbres intentando resolverlas. Dudas como: existe-el-alma, son las matemáticas el instructivo con que fue empacada la naturaleza o son sólo las herramientas que hemos desarrollado para comprenderla, por-qué-el-universo-se-expande y qué-es-la-consciencia reciben solución mental y luego tal solución es descartada por no satisfacer del todo mis expectativas.

 

Existe-Dios es una pregunta a la que he dedicado muchísimo tiempo. Es una pregunta que rehúyen las religiones y la rehúyen afirmando de forma categórica que sí existe, pero hasta ahora nadie, que yo me haya enterado, lo ha visto o ha platicado con él sin dejar viva la sospecha de que, tal vez, él o ella ha padecido de inducidas alucinaciones seudo-esquizofrénicas. La misma actitud muestran quienes afirman que no existe. Existe-Dios es una pregunta que igualmente la ciencia evade y la evade elaborando inverosímiles "tiorías" de cómo se formó todo sin la ayuda de nadie. Existe-Dios, yo proclamo, es una pregunta que nos acompañará mientras este planeta sea habitable y tal vez también si logramos emigrar a otro sitio cuando nuestro mundo perezca. Existe-Dios es la mayor de las incertidumbres y no podremos aseverar que la hemos resuelto sin detener por completo la evolución de la inteligencia.

 

Así que, ¿hay algo de realidad en mis cuentos y en mis novelas? Sí que la hay, pero yo mismo no sé cuánta.

 

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