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Casualidades - adenda

 

Pues sí, mi colección de casualidades aún tiene más incidentes. A continuación narro algunos más. Me reservo los que considero demasiado personales y también aquellos que me han sido contados por personas de mi entera credibilidad, pero que no presencié directamente.

 

En el colegio donde mis hijos cursaron sus primeros estudios fue organizada una excursión a un lugar en el campo cercano a la ciudad de México. Me ofrecí para fungir como acompañante de los muchachos sin conocer el sitio exacto que sería visitado. Durante la infancia pertenecimos, mis hermanos y yo, a un grupo de niños exploradores. Asistíamos regularmente a las excursiones que se organizaban. Un paseo, al que no pudimos acudir, visitó la peña de la Marquesa en el parque del mismo nombre vecino de mi ciudad natal. Un sitio no recomendado para montañeros inexpertos. En aquel paseo de mi infancia ocurrió un accidente que provocó la desintegración de nuestro grupo de exploradores. Pasé una tarde de intranquilidad tratando de evitar que los muchachos del colegio jugaran sobre la peña y, ante el fracaso, procurando que lo hicieran con precaución. Sobre aquella roca, me habían narrado los testigos del accidente, resbaló mi amigo quebrándose el cuello en la caída.

 

Recibo bimestralmente en mi correo electrónico la factura de gas de un colombiano cuyo nombre y primer apellido son idénticos a los míos. Le es enviada por una filial de la empresa que provee el servicio en el departamento que habitamos. Mismo nombre y ¿misma empresa de gas? La factura muestra el número de cuenta 5155772. La dirección de correo tergiversada pudo deberse a un batidillo en la base de datos de la empresa, esto ocurre de vez en cuando en los sistemas informáticos, pero ¿qué hay del número de cuenta? 5155 es la contraseña que utilizamos con mucha frecuencia mi esposa y yo para los candados de combinación, pues 51 es mi año de nacimiento y 55, el de ella.

 

Bañándome, resbaló de mi mano el jabón. No conseguí atraparlo. Era una oblea circular de no más de 5 centímetros de diámetro y unos 4 milímetros de espesor en su parte más ancha en el centro. En su orilla era casi tan afilado como un cuchillo. Ya estaba reblandecido por el uso y el agua. Increíblemente cayó de canto en el piso de la regadera y se quedó así, verticalmente erguido e inmóvil, sin apoyo de ningún tipo. Por supuesto que calculé la probabilidad de aquello. Y el lector tal vez preguntará: "¿por qué no fotografiaste el hecho?" Pues por la razón de que, en estos tiempos, trucar una fotografía es tan sencillo que ya no constituye evidencia confiable.

 

De visita en Montserrat provincia de Barcelona, nos encontrábamos formados en la fila para abordar el teleférico que transporta a los visitantes hasta el monasterio, cuando una voz juvenil a nuestra espalda expresó con alegría: “¡Lupita, qué coincidencia!” Se trataba de una ex-alumna de mi esposa que realizaba el mismo paseo con su familia. Abordamos la misma cabina y nos unimos a su conversación. “¿Cómo se llamaba la actriz de la película Casablanca?” Preguntó uno de ellos. “Ingrid Bergman”, respondí de inmediato. Parece que la memoria eidética, que no poseo, funcionó en aquel instante.

 

Caminábamos por la quinta avenida en Nueva York cuando escuché personas hablando en español. Reconocí el acento. Debían ser mexicanos oriundos de mi ciudad natal. “Solo falta que conozcan a mi esposa”, me dije a mí mismo; le di alcance y le tocaba el hombro para mencionarle mi especulación cuando ocurrió el encuentro. Sí, eran personas conocidas de Guadalupe. Se trataba de otro ex-alumno y su madre. Creo que mi padre no será el único recordado por las anécdotas de los muchos alumnos que pasaron por sus cursos.

 

Presencio los malestares de mi suegro y él platica sus síntomas. Le declaro a mi esposa: “tiene cálculos renales”. Un médico lo visita y diagnóstica infección renal y receta antibióticos. Transcurren 4 días y los malestares siguen aumentando, otro médico receta analgésicos sublinguales y solicita placas de rayos equis y de ultrasonido. El ultrasonido revela: principio de cálculos renales. Una semana después, los medicamentos resultaron suficientes para que mi suegro arrojara las arenillas.

 

Soñé que paseaba, por la calle, de la mano de un niño de un par de años. Es costumbre, entre mi esposa y yo, platicarnos los sueños que recordamos al despertar. El niño tenía la tez muy blanca, el cabello negro y rizado y vestía un traje de marinerito color azul fuerte. Mi nieto jamás ha tenido un traje azul. Tampoco tiene la tez muy blanca y su cabello es definitivamente lacio, aunque sí es de color negro. Pero el sueño ocurrió dos meses antes de que nuestra hija nos diera la noticia de que esperaban al primer vástago. Su sexo sólo fue conocido por todos hasta el momento del alumbramiento, pues mi hija solicitó que la ginecóloga no lo revelará.

 

Soñé que mi nieto tenía una hermana, aunque mi hija y su marido han decidido no crecer más la familia. Me era puesto en los brazos un bebé muy pequeño. Yo miraba enternecido sus diminutas manos y sus bien formados dedos. Pregunté su nombre y alguien me respondió que se llamaría Isabel. A la mañana siguiente, cuando aún me encontraba en piyamas, mi esposa atendió la llamada telefónica de una sobrina muy cercana y querida que nos anunciaba su embarazo. En unos meses sabremos si acerté al sexo. Espero que mi sobrina no elija el nombre de su primogénito inducida por este incidente.

 

En el nacimiento de nuestra hija, buscaba sorprender a mi esposa con un regalo fuera de lo común. No llevé flores, ni globos, ni cigüeñas de poliestireno. Metí el obsequio en un porta-planos de cartón para disfrazarlo. Cuando llegué hasta su habitación en el hospital, pedí a Guadalupe que adivinara qué era el presente. Ella, sin titubear, dijo que se trataba de una serigrafía. ¿Por qué no dijo una pintura, una ilustración, un óleo o un cuadro? ¿Por qué no dijo una fotografía, una acuarela, un dibujo o un plano? Esa serigrafía aún adorna nuestra sala.

 

Nací el día que mi país celebra como el día de las madres. Nací apenas pasadas las doce de la noche del día anterior. Me habría gustado nacer unos segundos antes, pues eso habría significado nacer en el cumpleaños de mi padre. Aunque nacer en el día de las madres, dice mamá, fue un regalo inesperado para ella. Yo sospecho que no es del todo sincera, pues mi parto fue natural. En aquel entonces, el primer niño en nacer en esa fecha conmemorativa recibía regalos y premios de un conocido periódico de la ciudad. Ese es el único concurso que he ganado en mi vida, aunque muchas coincidencias la decoran.

 

Un estimado amigo, pintor de profesión que ahora Mora en Alemania, llegó corriendo hasta mi domicilio cuando ambos teníamos alrededor de 12 años. Me pidió encarecidamente, causándome sorpresa y curiosidad, que lo acompañara de inmediato a su casa. Cuando llegamos, encontramos a una mujer brasileña, amiga de su madre, mostrando fotografías de su familia. Quedé admirado al contemplar la similitud que uno de sus hijos mostraba conmigo. Sus rasgos faciales y sus proporciones, las ondulaciones de su cabello y su color podían ser confundidas con las mías. La mujer brasileña quedó igualmente sorprendida. Tantas personas compartiendo mi nombre, no solamente mi padre, mi hijo y mi abuelo; tantos otros seres (por lo menos uno) con mis mismas facciones que ahora comprende el lector porque construí el seudónimo: el (R)amo(n) de todos los (Cor)tés.

 

Intentaba, sin mucho éxito, explicar a mi madre las casualidades, su relación con los campos-partículas y cómo ligan a la consciencia con la realidad, y pretendí ilustrar mis ideas con un ejemplo. Le dije: “mira, es como si tú y yo comentáramos sobre los cuentos del abejorro y las mariposas, que acabo de leerte, y en ese momento un abejorro comenzara a revolotear cerca de nosotros”. Tan pronto concluí mis palabras, mi madre alzó su brazo y señaló, a pocos metros a mi espalda, una mariposa. Ella admitió que no sabía qué tan frecuente esos insectos visitaban su terraza, pero siendo invierno durante aquel incidente, supongo que no demasiado.

 

Ahora, por favor, cuente el lector en la página de "Más cuentos" la cantidad de relatos que tienen la palabra "casualidades" en su título y después, el párrafo que ocupa, en este cuento, el incidente que menciona la fecha en que yo nací. El lector es libre de pensar que yo planeé las narraciones de esta manera o que sólo es otra casualidad más.

 

Considero fehaciente que las casualidades ocurren en nuestra vida y sólo debemos estar alertas para detectarlas; y también, que ocurren inducidas, como la física asegura que sucede en otros fenómenos, por el efecto del observador.

 

Glosario

 

Día de las madres, celebración mundial que festeja a las mamás; en algunos países ocurre en fecha cambiante como puede ser el segundo domingo de mayo; en otros países, como México, es una fecha fija llevándose al cabo siempre el día 10 del quinto mes.

 

Mi primera fotografía. Mamá siempre ha deplorado que no le dieron oportunidad de peinarse.

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