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Adiós al cuerpo de mi padre

Además de hombre de ciencias, mi padre fue un consumado escritor, tanto de libros técnicos como de novelas de ciencia ficción. Sus orientaciones fueron invaluables durante la gestación de la primera novela. Luchó contra el cáncer denodadamente durante once años, pero no conseguí poner en sus manos el manuscrito terminado. Extrañé nuestras pláticas enormemente durante la elaboración de las siguientes obras.

Gracias a todos por su presencia hoy para despedir los restos del cuerpo de mi padre.

 

Esposo y padre, ingeniero y físico, catedrático y escritor; nacido en Puebla, criado en Zacatlán, casado en México, instruido en el Colegio Militar de Transmisiones y en la Facultad de Ciencias, escuchado por miles de discípulos en la misma facultad y en la Escuela Superior de Ingeniería, leído por otros tantos lectores por todo el país; hoy le decimos adiós.

 

Pero dije que despedimos al cuerpo de mi padre y no dije que despedíamos a mi padre, porque sólo el cuerpo se va, su espíritu aún se queda con nosotros. Como entiendo el espíritu es todo el conjunto de obras, acciones, ideas y consejos que esparcimos tras nosotros cuando caminamos por la vida. Permítanme explicar el concepto partiendo de una pequeña anécdota.

 

Cursando yo la secundaria estaba reprobando trigonometría. Mi padre vino al rescate y me llevó hasta el pizarrón que siempre tuvimos en casa y entonces dibujó un árbol y en su base una línea horizontal para representar el suelo y me dijo:

 

—Ramón, la trigonometría es la ciencia de las sombras. Es muy fácil, mira.

 

Después dibujó un sol y desde él una línea que pasando sobre la copa del árbol intersecó la línea del suelo y él continuó luego con una explicación que duró sólo unas pocas horas. Él tenía el don de describir los misterios de las ciencias con cosas cotidianas.

 

Pasé trigonometría, de panzazo, pero la pasé con sólo ese empujón.

 

Como éste, tengo otros muchos recuerdos. Aclaro, que no todos sobre materias académicas.

 

En un rincón en mi cabeza guardo todos esos momentos que él me dedicó. En ese rincón también conservo sus consejos, recomendaciones, orientaciones y enseñanzas. Eso, se queda para siempre conmigo y me guiará por el camino correcto por el resto de mi vida. Eso, es parte de lo que considero su espíritu. Sé que ustedes, los que tuvieron la fortuna de conocerlo, también tienen recuerdos de él que conservarán, igualmente, con cariño. Y todo eso junto es el espíritu de Ramón Cortés Barrios.

 

¡Ah! Y no debemos temer que su espíritu pueda morir cuando en nuestro momento nos llegue el turno de partir, los grandes hombres deben hacer espacio a nuevos grandes hombres.

 

Gracias papá por quedarte con nosotros. Gracias a ustedes, otra vez, por su presencia y por escuchar estas palabras.

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